(A Mapila)
La galería
Guillermo de Osma, de Madrid, expone (y vende) hasta el día 25 de marzo una interesante muestra de la obra en papel de
Le Corbusier. También tiene algún mueble.
En estos días de furor por la feria
ARCO, donde, como cada año, todos los medios de comunicación muestran entre indignación y cachondeo por los precios de ciertas mamarrachadas, me acerco a ver los dibujos del Corbu con la pringosidad morbosa de saber que si tuviera el capital necesario los podría comprar. No sé cómo decirlo, pero eso le da un toque pornográfico a mi visita, que no puede ser tan desinteresada como la que haría a un museo, sino muy venal y guarrona. Vamos, como si fuera al
carrefour.
Tengo pensado entrar como un señor, dar una primera pasada ligera y preguntar después los precios con aplomo. (Nunca están a la vista; en eso hay aún una especie de distancia pudorosa respecto a los productos exhibidos en el mencionado centro comercial).
Sí, tengo pensado comportarme con gran dignidad, que me tomen por un coleccionista, pero no puedo empezar peor, o cagarla más temprano. En Madrid llueve sin parar y accedo a la galería con el plumas empapado y además con una bolsa de plástico (¡una bolsa de plástico!) que chorrea. No hay perchas, ni repisas, ni nada, así que dejo discretamente mis cosas mojadas en el suelo, en un rincón. La empleada de la galería viene corriendo porque he apoyado ligeramente la bolsa en una especie de cajonera de madera (de la galería, no del Corbu) que se va a estropear con la humedad.
Me deshago en excusas y empiezo a ver las obras del Corbu como el gañán impresentable que siempre he sido. (Hay gente que transmite ligereza y elegancia, y otros que somos patosos sin descanso).
Le Corbusier es un pintor estimable, pero siempre me pregunto si su obra plástica sería tan apreciada si no se apoyara en su inmensa fama como arquitecto.
También me pregunto si sus ingresos como artista plástico eran importantes respecto a los que tenía como arquitecto y, una cosa que se debería contar siempre en las biografías, qué patrimonio alcanzó a poseer en vida. (Vamos, que si ganaba bien).
Como ahora la calidad artística parece que consiste exclusivamente en los precios de las obras, voy a hacer un somero análisis de esta exposición desde ese punto de vista.
Se exponen veintidós obras en papel, dos sillones y una mesa. (El catálogo presenta también un conjunto de catre, mesa y estanterías que no he visto. Me doy cuenta ahora. Tal vez estaban en otra habitación y no he reparado en ello).
Después de dar la primera pasada pregunto -en voz muy baja y aplomada- los precios de los números 12 y 16, y me sacan de un cajón la lista metida en una funda de polipropileno. La examino cuidadosamente y me doy una segunda vuelta con ella en la mano.
Los precios van desde 24.000 € a 225.000 € (IVA incluido). La gran mayoría no llegan a los 100.000 €.
Me congratula mi buen ojo, porque uno de los dos que he elegido, el nº 12, es el segundo más caro de la muestra. Pero también es de los más grandes, y eso es evidente: En general los más caros son los mayores. Lo interesante sería elegir el más caro intrínsecamente, es decir, el de mayor precio por centímetro cuadrado.
(El más barato de la lista, Nacimiento de Minotauro, 24.000 €, ni está expuesto ni aparece en el catálogo. Pues vaya).
Me paro ante el nº 15 porque me gusta mucho:
Taureau, 1952. Es un boceto con lápices y tinta sobre papel. Firmado. 21 x 33 cm2 (prácticamente un A4). 33.000 €. 47,62 €/cm2.
Le Corbusier, Taureau, 1952