Todo eso ha hecho que relea los dos artículos, y, tontín tonteando, he estado miroteado entre sus libros, como tantas veces, recordando ideas, momentos... y he terminado (como tantas veces) en un libro fantástico y a menudo desesperante del que os voy a dar insuficiente noticia.
El libro es una edición casera, personal, cuidadosa, que hizo
María Teresa Muñoz de los guiones del curso de doctorado 1993-94 que impartieron juntos:
Manierismo, Mies van der Rohe, Arte Pop. (Juan Daniel Falleció el 26 de junio, cuando el curso llegaba al final). La edición consta de 99 ejemplares numerados, para amigos y alumnos, y tengo el honor de que ella me regalara, en su casa, el ejemplar nº 16.
Es un libro de 264 páginas más unas ochenta (sin numerar) de trabajos de los alumnos. El libro tiene formato A4 vertical y está encuadernado en tela azul.
Junto al ejemplar me regaló una fotocopia de la carta que
Bruno Zevi le mandó tras haber recibido el suyo y habérselo leído en una noche entera sin dormir. (L´ho sfogliato lentamente per circa due ore. Poi ho dedicato la notte a leggerme pagine e capitoli). La verdad es que es una experiencia excitante.
Carta de Bruno Zevi a María Teresa Muñoz
(si clicáis cualquiera de estas imágenes la veréis más grande)
Non sono abituato a fare complimenti, anzi in genere sono un critico brutale e spietato anche e specialmente con gli amici. Ma debbo dirle che sono rimasto incantato, e che il mio entusiasmo e' cresciuto sempre piu' durante la notte, tanto che e' l'alba e le scrivo.
Entusiasmo. Sí. Y en mi caso, que soy tan tiquismiquis y tan puñeterito con estas cosas (a veces me veo como el bobo que explica los chistes y a veces como el bobo que necesita que se los expliquen), desorientación, desazón, ansiedad. Ese libro es un agua que no sacia, que da más sed, más curiosidad, más ganas. Es una insinuación de ideas, un torbellino, una cascada copiosísima, pero que me pasa por encima.
Porque el libro consta de los guiones de las clases
sin desarrollar. Ideas, ocurrencias, relaciones... Algunas son bastante claras. Otras son oscuras, pero ya se las escuché alguna vez en clase, en su casa, en un restaurante...
Por ejemplo:
- El episodio del Vizcaíno.
Así, tal cual. Sin más. (Está tratando del Quijote). Yo recuerdo que él se burlaba de sí mismo como vizcaíno contándonos una noche mientras cenábamos que en todo el libro, en las dos partes, sólo hay un personaje que se toma en serio a Don Quijote: el Vizcaíno. Y no sólo es el único que se lo cree, sino que es el único que pierde contra él. El personaje más ridículo de toda la novela. (Sin embargo, también es el único que ve lo que los demás no ven; el único que reconoce ese mundo maravilloso y no lo considera una impostura).
Pero si alguien no le escuchó esa disertación es muy difícil que adivine su intención leyendo sólo eso: El episodio del Vizcaíno.
Así me pasa con:
- Borges y el Persiles y Segismunda.
Esa no me la sé. ¿Qué quiere decir? ¿A qué se refiere? Probablemente a alguna entrevista en la que
Borges cuenta su interpretación de la obra cervantina. Sería interesantísimo conocer la opinión de Borges y la reopinión de Fullaondo sobre ella. Pero me tengo que resignar a no enterarme.
Tampoco me entero de:
- El "pollo frito" del Alcalde de Atlanta.
[En un contexto en que se está hablando de las Meninas].
Y tampoco me entero de:
- La filosofía de Chabeli.
Los hombres son historiadores, las mujeres filósofas.
El Ser y la Nada.
Chabeli sale más veces. Se menciona su vídeo. Recuerdo que una revista regalaba el vídeo de la boda de Chabeli con Ricardo Bofill jr. Busco por internet y... ¡justo! Se casaron en 1993. O sea, que era un tema candente en ese momento. Fullaondo debió de poner el vídeo de la boda en clase, y comentarlo como sólo él sabía hacerlo. Qué envidia. Qué rabia.
Fullaondo te ponía en su casa una película experimental sobre el
Ulises de
Joyce y remataba con el juicio de
El Supersabio, de
Cantinflas o con las empanadillas de
Encanna, de
Martes y Trece. Y lo ligaba todo con su inagotable cultura, su inagotable talento y su inagotable sentido del humor.
Bueno, esta creo que me la sé. El discurso como disolución del lenguaje. El discurso vacío, el significado vacío, la oratoria cromlech. Fullaondo era tartamudo; supongo que por eso pondría en clase fragmentos de la serie
Yo, Claudio. A su lado, el brillantísimo discurso de Marco Antonio en la película
Julio César, de
Mankiewicz, maravillosamente dicho por
Marlon Brando. También inmediatamente los discursos rotos y disueltos de
Jerry Lewis y Cantinflas, y el brillante alegato de
Gary Cooper en
El Manantial. Todo junto, explicando unos discursos con los otros, enriqueciendo estos con aquellos. En su casa participé de algún
show parecido y certifico que eran divertidísimos. Pero además eran una fuente inagotable de aprendizaje: arquitectura, semiótica, arte, comunicación..., con ejemplos siempre brillantes, que no dudaban en ir de lo trágico a lo trivial, de lo exquisito a lo intrascendente, de lo sublime a lo ridículo.