martes, 29 de abril de 2014

Canto al constructor. (El valor de un rótulo).

Frank Lloyd Wright había dibujado esa estructura muchas veces: como garaje, como observatorio, como museo... con la hélice afilándose hacia arriba o hacia abajo... incluso con la hélice prismática.
No voy a hablar de eso ahora. Ahora sólo quiero hablar de ese tremendo momento en el que un diseño obsesivo, trabajado durante años, estudiado, cambiado, abandonado y retomado, por fin tiene la oportunidad de ser construido.
En arquitectura ese es el momento.
Todo lo demás es excusa y verborrea.
De repente surgen todas las dudas. ¿Y si la estructura no aguanta? ¿Y si el espacio no resulta como me he imaginado? ¿Y si no funciona? ¿Y si cuesta mucho más de lo previsto? ¿Y si el cliente, al verlo levantarse, decide que no era eso lo que quería? ¿Y si falla esto? ¿Y si no sale bien lo otro? ¿Y si hay accidentes, peleas, retrasos, problemas de mil clases?
Ahí el arquitecto, el aparejador, los diversos técnicos, los dueños, todos los que intervienen dan un paso atrás y miran al constructor. Él es el amo.
Vaya mi homenaje al constructor, al denostado constructor, cuya figura se utiliza casi exclusivamente para referir maldades y abusos.
El constructor organiza a su gente, dispone los medios, las máquinas, los equipos, y le mete mano a lo que hasta ahora sólo estaba en el papel (o en la pantalla del ordenador o de la tableta).
Todo comienza en ese momento. Replantea, hace el vaciado, abre las zanjas, etc.
Y que todo aquello llegue a buen fin parece un milagro.
Es un milagro.


Convencer al cliente, hacer una maqueta... todo eso es una aventura. Pero conseguir la aprobación y lanzarse a construir, eso sí que es una aventura de primera. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo organizarlo todo?

Edgar Tafel había sido discípulo de Wright durante muchos años, pero hacía tiempo que se había ido de Taliesin para montar su propio estudio en Nueva York. Allí fue a visitarle su amigo Bob Mosher, que seguía en la feliz comunidad. Había ido a Nueva York a llevar planos corregidos al Comisionado de la Edificación, para ver si por fin los aprobaban para la licencia. Y aprovechó para enseñárselos a su amigo, que había oído hablar del nuevo proyecto del maestro, pero no se lo imaginaba.
Estaban los dos admirando los planos cuando llegó a la oficina un cliente de Tafel, George N. Cohen, un promotor-constructor que le había encargado unas viviendas de hormigón armado, material en el que su empresa constructora, Euclides, aunque de pequeña envergadura, era experta.
Cohen vio los planos extendidos, y le llamaron la atención.

-¿Son suyos, señor Tafel?
-Qué más quisiera yo. Son de Frank Lloyd Wright. Es el Museo Guggenheim. Va a construirse aquí, en Nueva York.
-¡Todo de hormigón visto! ¡Qué maravilla! ¿Tienen ya constructor? ¿Puede presentarme al señor Wright? ¿Puedo pasarle presupuesto? Ya sabe que yo soy su hombre-hormigón.
-Me temo que no hay nada que hacer, señor Cohen. Debe de haber peces muy gordos en la charca.

Semanas después Wright llamó a Tafel por teléfono. Estaba en Nueva York; se alojaba en el Hotel Plaza y deseaba que fuera a verle cuando pudiera.
Hacía mucho que Tafel no veía al maestro, y fue muy contento a saludarle.

-¡Hola, señor Wright! ¿Cómo está usted?
-Tocado, pero aún en el ring. Edgar, ¿dónde está su experto en hormigón?

Así que era eso. Bob Mosher le había hablado de Cohen, y mal tenían que estar las cosas cuando Wright lo necesitaba.

domingo, 20 de abril de 2014

Doble (o triple) indignación

La estación del AVE de Toledo es incomprensible.
Cuando se pensó crear un AVE directo Madrid-Toledo parecía lo más lógico crear una nueva estación, pero en seguida prevaleció la idea de usar la de toda la vida, la de Cercanías (que de paso fueron suprimidas).
Ya me parece inconcebible que en su momento se construyera una estación de ferrocarril neomudéjar, que es tanto como si la Estación Espacial Mir se diseñara con papel embreado y estructura de madera de pino.
Lo mismito. (Volvemos a lo de siempre: En las ingenierías esos caprichos tontos no se pueden permitir porque las cosas tienen que funcionar, mientras que en la arquitectura da lo mismo).
Y todavía tienen la desfachatez de utilizar para la propaganda institucional imágenes tan terribles como ésta:


Yo ahí veo una máquina pasmosa que quiere correr, que sirve a su tiempo y que es útil a sus pasajeros, y me invade una innegable envidia por los ingenieros que han hecho posible esa "cosa". Y detrás veo una castaña pilonga que no se entera de nada, que no sirve para nada y que proclama la paletez de algo absurdo, antihistórico (porque lo histórico es ser de su tiempo, no perpetrar una falsificación ridícula) y antifuncional, y siento una también innegable vergüenza ajena (y en parte propia) por los arquitectos que han hecho posible esa otra "cosa".
En estos días, para colmo, el andén está lleno de carteles sobre eso de El Greco, y uno no puede por menos que retroceder esos cuatro siglos que hoy le celebran, e imaginárselo en esta terrible ciudad de este terrible reino, como un pulpo en un garaje.
La gente, como de costumbre, encantada: Haciéndose fotos en el cutrísimo vestíbulo, recargado, pringoso, absurdo. Lleno de azulejos y de arcos lobulados.


El pasmo y la indignación me dejaron petrificado, y cuando quise sacar el móvil, desbloquearlo, seleccionar la cámara, etc, para plasmar ese momento de veneración colectiva, casi todos se habían ido. Apenas quedaban éstos, a quienes no es que saque desenfocados por delicadeza, sino por pura torpeza.


Aproveché para reproducir la foto que había visto
hacer a una viajera arrobada (ya que no me había dado
tiempo a fotografiarla a ella fotografiando esto).

Los turistas, transidos de emoción ante Toledo desde el primer momento en que ponen el pie en la ciudad, son absolutamente incapaces de distinguir lo verdadero de lo falso, las obras de valor de las más repugnantes falsificaciones. Y toda la subcultura kitsch del consumo rápido, de la admiración desproporcionada y facilona y del daigualochoqueochenta perpetúa esta estúpida situación. Todavía en Toledo es muy arriesgado (y en casi todos los casos es ilegal) pretender hacer una honrada arquitectura moderna. Y, sin embargo, estos pastelitos de merengue con sirope de fresa y chocolate tienen el aplauso y la bendición de todo el mundo, empezando por los poderes públicos y terminando por la población y por el turisteo.
(Parezco un apóstol de la arquitectura moderna de principios del S. XX. Señores y señoras: Que llevamos década y media del S. XXI y aquí todo sigue igual. Que este discurso que digo tiene más de un siglo. Que esto mío es ya perogrullismo puro).


Una de las infraestructuras de las que más orgullosos se sienten todos por aquí, el AVE Madrid-Toledo, te deja tirado a varios kilómetros del casco histórico. Hay dos líneas de autobús, que no coinciden en absoluto con los horarios del tren y que son completamente insuficientes para absorber a todo el público que llega. Así que es casi obligatorio tomar un taxi (en horas punta también son insuficientes), que espera en la bonita fachada neomudéjar, sin protección alguna de la lluvia (hoy incipiente) y, sobre todo, de ese agradable calorcillo que hace en Toledo en los meses de verano.
Vamos, dicho en román paladino: Ante ese vómito de ladrillos no hay una puta sombra donde esperar a los pasajeros. Eso en Toledo y en julio puede producir casos que aboquen a urgencia hospitalaria.

Ah, otra cosilla sin importancia: De esa batería de puertas que veis en la fachada sólo es practicable la del extremo derecho. Las otras cuatro están condenadas. También es interesante el espectáculo cuando llega un tren lleno de ganad...pasajeros y tienen todos que amontonarse para pasar por esa única puerta.
(¿Cómo que si miento? Mirad los macetones por el interior de las puertas en la segunda foto de esta secuencia de horrores).

Pero esa no es mi única indignación.

lunes, 14 de abril de 2014

Arquitectura y educación. #Eduarq10

Estoy participando con otros nueve compañeros en una serie de escritos y reflexiones sobre arquitectura y educación que organiza el activo blog de Stepien y Barnó.
También se ha creado un hashtag al efecto: #Eduarq10. Lo puedes seguir en twitter.


Hoy ha salido mi aportación a ese proyecto colectivo. Es un artículo que se titula "La formación del arquitecto", y dice algunas perogrulladas que he creído conveniente decir.
Os animo a que leáis los diez y participéis con vuestros comentarios y opiniones.
Es un honor ser uno de los diez elegidos para este equipo. Me siento muy a gusto y en muy buena compañía.

Muchas gracias a todos: A los organizadores que pensaron en mí, a mis compañeros, que dignifican mi intervención con las suyas, y a todos vosotros por leerlas y por comentarlas y debatirlas.

sábado, 12 de abril de 2014

Necrotectónicas (IV): La muerte como estilo

Ya puesto a la tarea de contar muertes de arquitectos, no sé por qué quise empezar por la de Carlo Scarpa. Debe de ser porque uno se lanza al barro de lo que desconoce.
Podría haber empezado por Gaudí, atropellado por un tranvía. Eso lo sabe todo el mundo y está muy bien documentado. Pues no: Tuve que empezar por Scarpa.
Sólo sabía la fecha y el lugar, pero no la causa. En un libro ponía que fue por "un accidente trivial". En otros sitios -como en el enlace que le he puesto-, por "un desafortunado accidente". Y así todo. Leí mucho, pero no saqué nada en limpio. Escribí a la Fundación Scarpa, pero no hubo respuesta. En internet circulan varias versiones, y no tengo claro si alguna es la buena.
Puestos a ficcionar, leí libros sobre Japón, y me gustó mucho el tono de Lafcadio Hearn, un japonesista recopilador de leyendas. Me gustó tanto que no supe quitármelo de encima, y finalmente escribí la muerte de Scarpa usando ese tono.
Me gustó el resultado, pero eso me dejaba muy comprometido para contar las demás muertes. Ni podía contarlas todas con ese tono (sería absurdo seguir impostando la voz en japonés para el resto de arquitectos previstos) ni con mi forma propia y particular (Scarpa quedaría raro y desplazado). Así que, ya puestos, me lié la manta a la cabeza y me convertí en una especie de Raymond Queneau con sus Ejercicios de Estilo.

Raymond Queneau haciendo el chorra

El co-creador del Oulipo relata en ese libro una anécdota trivial (un pasajero de un autobús abarrotado se queja a su vecino de que le está pisando a propósito) de noventa y nueve maneras diferentes, parodiando estilos y haciendo juegos de palabras.
Pues yo, inspirado por esto, decidí contar cada muerte con un estilo literario diferente, imitando distintas obras, e incluso tomando fragmentos de ellas.
El juego es un collage que consiste en tomar una obra literaria (en cada muerte se indica cuál), y con fragmentos (o tonos, o sugerencias, o ecos) de esa obra ir relatando la muerte de un arquitecto. Entre las distintas teselas del mosaico pongo la pasta adhesiva y el colorante adecuado para que casen lo mejor posible.
En algunas muertes la operación es muy directa y sencilla. En otras es más elaborada. En algunas sólo se toman ciertas referencias de estilo, y en otras se introducen trozos de cierta extensión. Invito al lector curioso a que lea cada muerte teniendo a la vista el texto literario que se indica, y que descubra los órganos transplantados y las prótesis añadidas.
No se trata de un plagio, ya que no se copia pasiva y perezosamente, sino que con los trozos recogidos se crean obras diferentes a las originales y se cuentan historias nuevas. Más bien se revisitan los textos, se cambian de contexto y se reescriben con nueva intención y nuevo objetivo.

Pablo Picasso: Naturaleza muerta con rejilla de silla. 1912.

Cuando Picasso toma el asiento de rejilla de una silla y lo pega en un soporte en el que está pintando un bodegón crea una fisión semántica. Hace que ese asiento de silla pase a ser el tablero de una mesa, o un mantel. Pero cuando toma un trozo de la portada de un periódico y lo pega en el cuadro que está pintando para que haga de portada de periódico crea otra fisión más rara aún: Hace que el periódico pase a ser un periódico, vale, pero lo hace volar del mundo real al mundo pintado. El periódico real hace ahora la función de periódico pintado. Picasso lo teletransporta al mundo virtual.
De un modo parecido, y salvando todas las distancias, yo he recortado palabras, frases, estilos, cadencias, y las he hecho saltar de unos mundos a otros.
Mi hermana Gema ha aceptado el reto y ha ilustrado cada relato con un estilo diferente, tomado de diversos maestros, épocas y técnicas. Ha realizado la misma fisión semántica y ha dado a cada texto una nueva dimensión y un potente complemento.
Tanto las narraciones como las ilustraciones se han convertido en ejercicios de estilo, y el estilo por sí mismo ha construido la obra.


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jueves, 3 de abril de 2014

El premio de un lector

Dedicado a Sergio Andrés Uribe, Arquitecturibe.

Perdonadme la autocomplacencia (una vez más, y ya van...), pero hoy no puedo (ni quiero) dejar pasar el testimonio de un lector, porque me ha impresionado profundamente.
Ya no es que esté encantado y agradecido: Es que estoy pasmado, transtornado.
Alguna vez que he tenido un premio o una distinción he corrido a contarlo aquí. Pues lo mismo ahora, que acabo de recibir el premio de un lector.
El 8 de enero de este año, un estudiante colombiano de arquitectura, Sergio Andrés Uribe, escribió este comentario a la entrada 2013: Las cinco entradas más leídas de este blog:

Yo no comento porque voy en retrospectiva... pero en serio y con toda firmeza me estoy devorando el blog hacia el pasado (lo cual es terrible cuando son entradas que tienen continuación) pero he de decir que es, para mí, el mejor blog de arquitectura que he leído desde que comencé la U.
Ahora mismo voy en la entrada del domingo 16 de octubre del 2011, aunque mi favorita ha sido aquella donde pusieron unas gallinas en el salón de clases para que les dibujaran "el alma" a las aves. Me pasó casi lo mismo y por eso la recuerdo mucho.
Maestro... gracias... porque lo que usted comparte aquí es de lo escaso en la red y por tanto, invaluable.
Saludos de Colombia.

Impresionante. Pretendía leerse el blog entero marcha atrás. ("Bueno -pensé-. Ya se cansará. El blog es muy cansino, sobre todo tomado así").

El 31 de ese mismo mes hizo este comentario a la entrada Caín:

Genial José R!
Sigo en mi peregrinaje por tus letras y me encuentro una maravilla como esta cada tanto... Saludos de Colombia.

O sea, que seguía con ello.

Finalmente, el día 31 de marzo he recibido este mensaje por correo electrónico:

He terminado de leer tu blog.
Y me refiero al blog completo, entrada por entrada, tomando en cuenta lo que me gustó y lo que no (que fue muy poco, así que creo que no fui muy objetivo) lo tomé hacía atrás, desenvolviendo tus pasos y tus palabras y lo que encontré en el camino me gustó.
Amé tu experiencia con el dibujo de las gallinas en las épocas de academia; aprendí de jazz y de arte y me descargué la discografía completa de Billie_Holiday de quien nada sabía. Me quité el sombrero ante aquella entrada donde preguntabas si había algún voluntario para defender a Calatrava y me vi representado en tus preguntas sobre la necesidad de más Zahas en la arquitectura.
Estoy a punto de terminar mi carrera, a mis 32, rodeado de muchachos en sus 20’s que me hacen sentir un anciano, ¡pero he aprendido tanto José Ramón, tanto!
Vivo en Colombia, donde estudiar es un lujo costoso que a veces tarda y para muchos no es es más que eso, un lujo… a mí me tocó esperar mucho para poder darme ese bendito lujo que no cambió mi vida, se convirtió en mi vida.
Gracias, José Ramón, por compartir, por no ser egoísta, por entregar hasta tus malos ratos y explicar con buen ánimo lo que sabes y lo que entiendes.
Casi nunca comento (lo he hecho en un par de ocasiones) pero siempre te leo, ahora en cosas más actuales.
Yo no llegué por error, buscando tatuajes horrorosos… yo llegué buscando un blog que hablara en mi mismo lenguaje de las cosas que quería saber y fue un lujo y un honor haberlo encontrado, haberlo usado como si de un libro de cabecera se tratara, y haber extraído al máximo lo que pude de él.
Desde el otro lado del mundo, un millón de gracias José Ramón… siempre tendrás un lector de cada cosa que escribas. Tu firma ya me indica que será una provechosa lectura.

Sergio


¡Se lo ha leído entero! ¡Y marcha atrás! (No sé cuál de las dos circunstancias me impresiona más).
Llamadme vanidoso, pensad que aprovecho la mínima oportunidad para darme autobombo. Pues sí. Pero es que esto no lo podía pasar por alto.

Amigo Sergio: Muchas gracias. Ánimo con la carrera y con los sacrificios de todo tipo que conlleva.
Amigos todos que leéis este blog: Me emocionáis. (Y me preocupáis). Este blog no ha pretendido nunca ser otra cosa que el desahogo de un arquitecto algo quemado, pasado de peso, torpón y bocazas. Que mis palabras tengan eco y que algunos las sigáis con fidelidad me sobrepasa.

(Pero también me encanta. Por eso lo escribo aquí, con legítimo orgullo).

Gracias, gracias y gracias. (Ay, Dios, me siento como una tonadillera. Qué hermosa sensación).

PD.- Borges se pasaba de humilde. Siempre lucía una humildad tan extrema que casi daba la vuelta hacia la soberbia. No quisiera yo hacer lo mismo, pero no puedo evitar acordarme de una cita suya.
Siempre decía que no era un gran escritor, pero sí un gran lector. Al menos un lector agradecido y feliz.
Uno de los escritores que le hacían más felices y por quien más gratitud sentía era Robert Louis Stevenson (gratitud y pasión que comparto hasta el punto de que colecciono islas del tesoro), de quien hablaba a menudo, y siempre con admiración y cariño.
Cuenta que una vez le paró en la calle un lector suyo y le dio las gracias porque le había dado a conocer a Stevenson.
Borges se emocionó y dijo que si sus escritos habían servido para que alguien descubriese y leyese a Stevenson entonces habían merecido la pena. Sólo por eso su obra merecía la pena.
Pues bien, Sergio. Yo digo lo mismo: Si mi blog ha servido para que conozcas a Billie Holiday bendigo la hora en que se me ocurrió hacer un blog.
Un abrazo.


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