El otro día el diario EL PAÍS ha publicado una fotografía indignante, que muestra a dos diputados del PP de la Asamblea de Madrid, Bartolomé González e Isabel Redondo, jugando al Apalabrados durante el pleno en el que se debatía un tema tan importante (y sangrante) como la privatización de la gestión de la sanidad en la Comunidad de Madrid.
El hecho es tremendo. Demuestra lo que todos sabíamos: que pasan a tope de lo que allí se diga, de los argumentos que muestren unos a favor y otros en contra, y de las ulteriores implicaciones de la decisión que ellos tomen. ¿Qué decisión? Ya han sido convenientemente aleccionados de que al punto 1 han de votar sí, al 2 no, al 3 sí y al 4 sí. Mientras no se les olvide el orden de sus pulsaciones de botón (cosa que a veces también ha pasado), mientras recuerden la secuencia sí-no-sí-sí, pueden jugar al Apalabrados, hacer ganchillo, aprender sánscrito o rascarse las gónadas.
Pero un fotógrafo cabrito les ha pillado. Les ha pillado usando el aipad y el aifon que los ciudadanos les han regalado (porque los necesitan para trabajar). Les ha pillado en pleno colgandeo escrotal (sí, incluso a ella) y en pleno estamostanagustito.
¿Y qué ha pasado? ¿Se les ha caído el pelo? ¿Al menos les han impuesto alguna multa? Pues parece ser que no. Al menos todavía. El Partido lo está estudiando. Mientras tanto, los dos han corrido a pedir perdón. Naturalmente, lo han pedido en twitter, con el aipad y el aifon que les han regalado los mismos que les han de perdonar: el pueblo imbécil. Y además de pedir perdón usando esos mismos cacharros lo habrán hecho durante el punto cuatro del pleno, menudo tostón, pero sin olvidarse de pulsar el "sí" a su debido momento. Si pulsan el "sí" hacen lo que deben y cumplen lo que se espera de ellos. Por lo tanto que siga la bola.
Los dos dicen que no hay excusa, y es que no la hay. No cabría otra salida digna que abrirse el abdomen con una catana. "Catana": Seguro que conocen la palabra y la usan en Apalabrados. "Harakiri": Esa no vale, que no viene en el DRAE. Que sí, que no, que sí. A consultarlo on line (durante el debate del punto cuatro).
Pues resulta que harakiri no viene, pero haraquiri sí.
-¿Lo ves, listo?
Pues sí que viene, pero no se lo van a hacer. (El haraquiri). Ni siquiera van a dimitir. No fastidies, con lo a gustito que se está aquí. Vamos, ni que estuviéramos enfermos de la cabeza.
Pues con tanto sofoco y tanta discusión no se dan cuenta de que el pleno se ha terminado. Uy, qué tarde se ha hecho. Esto lleva dieta especial, ¿no? Pues yupi. El mundo es yupi yupi. La vida es muy potita.
Un "diputado base" de la Asamblea de Madrid cobra catorce pagas (sí, catorce) de 3.503,46 euros cada una (sí, 3.503,46). Eso si no son portavoces de partido ni de comisión, que lleva plus, y además tienen dietas por motivos varios.
Y se aburren. Se aburren muchísimo.
Son como niños: Sus actos no tienen responsabilidad. No pagan por sus errores. Piden perdón. Como los niños. Y se les perdona. Como los niños y como los futbolistas, viven en un universo paralelo de privilegios inimaginables, y cuando meten la pata piden perdón. Ya está.
A veces también tienen que poner carita de pena durante unos minutos para decir que comprenden perfectamente el sufrimiento de la población, pero que no pueden hacer otra cosa sino seguir recortando. Ya lo sienten, ya. Pero pasado el mal rato se van a jugar con los amiguitos. Y eso son solo los portavoces y los que tienen que dar la cara (que para eso cobran más). Los diputados de base no tienen que hacer nada de nada: Solo votar sí o no, según se les ordene. (Y si se confunden, se crea una comisión para hacer más distinguibles los botones, y se hace lo que sea, cueste lo que cueste, para que los diputados cumplan con su sacrosanto deber democrático).
Justo en el extremo opuesto estamos los demás, los que pagamos con creces no solo cada uno de nuestros errores, sino también los errores de los demás.
sábado, 29 de diciembre de 2012
miércoles, 19 de diciembre de 2012
Sin traumas
Escucho en la radio que un grupo de padres guays, convenientemente asesorados por unos psicólogos también bastante guays, propugnan la sinceridad con los hijos. O sea, que ante la crisis económica hay que decirles que no pueden tener todo lo que quieran, y que han de sujetar sus apetencias al escribir la carta a Santa Claus y a los Reyes. (Incluso tal vez, oh, crueles hados, tengan que resignarse a escribir solo una carta, a los Reyes, como antiguamente). Los niños deben saber que la cosa está mal y que sus padres no son los Thyssen. Es preciso que asuman que no se puede conseguir todo, y que aprendan a vivir en la realidad y a aceptar sus circunstancias.
Pero, por supuesto, esa información básica hay que transmitírsela sin angustiarlos, para que no se traumaticen.
Cuando escucho cosas así me siento viejísimo. O medio tonto. Bueno, medio tonto me siento en pleno julio, cuando los telediarios nos dicen que hace mucho calor, que no nos atiborremos de polvorones tras correr como locos por la solanera a las tres de la tarde, que bebamos líquidos (jamás he bebido otra cosa) y que intentemos refrescarnos.
Con esto de la crisis y de la angustia que podemos causar a nuestros hijos me siento viejo, sí, ya digo, y hasta me da esa vena tan típicamente viejuna que consiste en presumir de viejo. "En mis tiempos..."
Es bastante patético cuando un viejo presume de viejo, aunque no tanto como cuando un cursi presume de cursi. En todo caso, y bien que lo siento, me han dado muchas ganas de narrar mis vejeces.
Mis padres vivieron la guerra. Después la cosa fue mejorando poco a poco, año a año, hasta el punto de que los Reyes Magos le traían a mi madre un duro (que mi abuela guardaba inmediatamente y que mi madre no volvía a ver) y una figurita de mazapán (un "mono" de mazapán, que se comía en un pispás, por si también se lo distraían).
Mi padre tuvo más suerte y sí recibía algún juguete.
Décadas después, yo fui un niño muy afortunado. A mí nunca me faltó de nada. Fui un niño sesentero; de los Chiripitifláuticos, de los zapatos Gorila, del ochocientos cincuenta, del Lalalá, de Toddy (¡regala paracaidistas!), del pantalón corto hasta los catorce años, del Superagente 86, de Betancort, Calpe-De Felipe-Sanchís, Pirri-Zoco, Amancio-Serena-Grosso-Velázquez-y-Gento, de cuando Star Trek se llamaba Viaje a las Estrellas, de El Cordobés, de Franz Johan (se decía Fran Yojan) y Herta Frankel (se decía Herta Fránkel), de Viaje al Fondo del Mar, con el Almirante Nelson, el Capitán Lee y el Seaview (cuya ortografía he tenido que confirmar ahora en google, porque toda la vida fue el Sibiu), de Bonanza, de los emparedados (porque si hubieran traducido los hamburgers de Pilón, el de Popeye, por hamburguesas nadie lo habría entendido), de la Mirinda, del disco sorpresa de Fundador (que resultaba ser de Karina o de Peret), de José Bódalo, del churro-mediamanga-mangotero, de Armstrong-Aldrin-y-Collins, de una serie de ciencia ficción con muñequitos animados que se titulaba Guardianes del Espacio (Thunderbirds), del fútbol de chapas, del ciclismo de chapas, de La Familia Monster, de los Juegos Reunidos Geyper, del sueldo de mi padre en un sobre, de ir al cole los sábados por la mañana y librar los jueves por la tarde, de los cigarrillos Antillana (que eran los que fumaba mi padre, y me mandaba a mí a comprarlos al estanco, sin recelo de nadie), del Pulgarcito y el Tío Vivo, de vacaciones en Alicante, en la pensión de Don Pedro, de la bola del mundo en escayola, de Madrid adoquinado, de las carbonerías y las vaquerías, de los mojicones, de Gila, de Tip y Coll... Lo dejo ahí, porque es un no parar.
Fui un niño feliz, supongo que como todos los niños, porque mi madre también me cuenta que fue muy feliz entre los bombardeos. Pero a mí, a diferencia de mi madre, no me faltó nunca de nada. (¿O acaso tampoco le faltó a ella nada de nada?). Nunca me faltó, pero tampoco me sobró nada. (¿O acaso a alguien le sobra algo?). Cada uno se adapta a lo que hay, y la vida sigue, y es un milagro y una maravilla.
Igual que a los niños, nuestros "padres" nos tienen que decir que la cosa está muy mal, pero, a diferencia de los niños, nosotros sí nos traumatizamos. Nos angustiamos porque vivimos siempre proyectando el futuro en vez de disfrutar el presente, de exprimir lo que el presente tenga de disfrutable.
Que la crisis va para largo es algo incuestionable, e incluso hay quien dice que esto es ya así y va a seguir así. Otros dicen que no, que va a empeorar bastante.
En todo caso, vamos a tener que restringir nuestros pedidos a los Reyes, y también a los clientes, jefes, políticos, banqueros, etc. Vamos a tener que apechugar, como si no lleváramos ya bastantes años apechugando.
Se nos han olvidado muchas cosas necesarias. Y, lo que es peor, a veces se nos olvida que tenemos algo inefable e imperdible, e inadulterable. Algo raro, sutil, que no debemos olvidar, y que, a falta de otra palabra más precisa, podríamos llamar dignidad.
Deberíamos acostumbrarnos a vivir con una feliz austeridad. (Ni sé qué estoy diciendo).
Por ejemplo: Es improbable que venga nadie a encargarme un proyecto, pero si eso ocurriera yo sé que ahora sabría hacer mejor arquitectura que antes. No me preguntéis por qué. Creo que todos hemos madurado un montón en estos últimos años, y hemos jerarquizado nuestros valores con mucha más sensatez que antes.
Para empezar, tenemos más tiempo, y estamos más atentos a las cosas que importan.
Al menos quiero creer eso.
Pero, por supuesto, esa información básica hay que transmitírsela sin angustiarlos, para que no se traumaticen.
Cuando escucho cosas así me siento viejísimo. O medio tonto. Bueno, medio tonto me siento en pleno julio, cuando los telediarios nos dicen que hace mucho calor, que no nos atiborremos de polvorones tras correr como locos por la solanera a las tres de la tarde, que bebamos líquidos (jamás he bebido otra cosa) y que intentemos refrescarnos.
Con esto de la crisis y de la angustia que podemos causar a nuestros hijos me siento viejo, sí, ya digo, y hasta me da esa vena tan típicamente viejuna que consiste en presumir de viejo. "En mis tiempos..."
Es bastante patético cuando un viejo presume de viejo, aunque no tanto como cuando un cursi presume de cursi. En todo caso, y bien que lo siento, me han dado muchas ganas de narrar mis vejeces.
Mis padres vivieron la guerra. Después la cosa fue mejorando poco a poco, año a año, hasta el punto de que los Reyes Magos le traían a mi madre un duro (que mi abuela guardaba inmediatamente y que mi madre no volvía a ver) y una figurita de mazapán (un "mono" de mazapán, que se comía en un pispás, por si también se lo distraían).
Mi padre tuvo más suerte y sí recibía algún juguete.
Décadas después, yo fui un niño muy afortunado. A mí nunca me faltó de nada. Fui un niño sesentero; de los Chiripitifláuticos, de los zapatos Gorila, del ochocientos cincuenta, del Lalalá, de Toddy (¡regala paracaidistas!), del pantalón corto hasta los catorce años, del Superagente 86, de Betancort, Calpe-De Felipe-Sanchís, Pirri-Zoco, Amancio-Serena-Grosso-Velázquez-y-Gento, de cuando Star Trek se llamaba Viaje a las Estrellas, de El Cordobés, de Franz Johan (se decía Fran Yojan) y Herta Frankel (se decía Herta Fránkel), de Viaje al Fondo del Mar, con el Almirante Nelson, el Capitán Lee y el Seaview (cuya ortografía he tenido que confirmar ahora en google, porque toda la vida fue el Sibiu), de Bonanza, de los emparedados (porque si hubieran traducido los hamburgers de Pilón, el de Popeye, por hamburguesas nadie lo habría entendido), de la Mirinda, del disco sorpresa de Fundador (que resultaba ser de Karina o de Peret), de José Bódalo, del churro-mediamanga-mangotero, de Armstrong-Aldrin-y-Collins, de una serie de ciencia ficción con muñequitos animados que se titulaba Guardianes del Espacio (Thunderbirds), del fútbol de chapas, del ciclismo de chapas, de La Familia Monster, de los Juegos Reunidos Geyper, del sueldo de mi padre en un sobre, de ir al cole los sábados por la mañana y librar los jueves por la tarde, de los cigarrillos Antillana (que eran los que fumaba mi padre, y me mandaba a mí a comprarlos al estanco, sin recelo de nadie), del Pulgarcito y el Tío Vivo, de vacaciones en Alicante, en la pensión de Don Pedro, de la bola del mundo en escayola, de Madrid adoquinado, de las carbonerías y las vaquerías, de los mojicones, de Gila, de Tip y Coll... Lo dejo ahí, porque es un no parar.
Fui un niño feliz, supongo que como todos los niños, porque mi madre también me cuenta que fue muy feliz entre los bombardeos. Pero a mí, a diferencia de mi madre, no me faltó nunca de nada. (¿O acaso tampoco le faltó a ella nada de nada?). Nunca me faltó, pero tampoco me sobró nada. (¿O acaso a alguien le sobra algo?). Cada uno se adapta a lo que hay, y la vida sigue, y es un milagro y una maravilla.
Igual que a los niños, nuestros "padres" nos tienen que decir que la cosa está muy mal, pero, a diferencia de los niños, nosotros sí nos traumatizamos. Nos angustiamos porque vivimos siempre proyectando el futuro en vez de disfrutar el presente, de exprimir lo que el presente tenga de disfrutable.
Que la crisis va para largo es algo incuestionable, e incluso hay quien dice que esto es ya así y va a seguir así. Otros dicen que no, que va a empeorar bastante.
En todo caso, vamos a tener que restringir nuestros pedidos a los Reyes, y también a los clientes, jefes, políticos, banqueros, etc. Vamos a tener que apechugar, como si no lleváramos ya bastantes años apechugando.
Se nos han olvidado muchas cosas necesarias. Y, lo que es peor, a veces se nos olvida que tenemos algo inefable e imperdible, e inadulterable. Algo raro, sutil, que no debemos olvidar, y que, a falta de otra palabra más precisa, podríamos llamar dignidad.
Deberíamos acostumbrarnos a vivir con una feliz austeridad. (Ni sé qué estoy diciendo).
Por ejemplo: Es improbable que venga nadie a encargarme un proyecto, pero si eso ocurriera yo sé que ahora sabría hacer mejor arquitectura que antes. No me preguntéis por qué. Creo que todos hemos madurado un montón en estos últimos años, y hemos jerarquizado nuestros valores con mucha más sensatez que antes.
Para empezar, tenemos más tiempo, y estamos más atentos a las cosas que importan.
Al menos quiero creer eso.
lunes, 17 de diciembre de 2012
Venustas? Vaya lío (Va a ser que no)
En menudo berenjenal me he metido yo solito.
Muchas gracias por participar en este insensato juego que os propuse. Me habéis sorprendido gratísimamente por vuestra participación y vuestros comentarios. Os estoy muy agradecido a todos, de verdad.
Lo malo es que no sé qué pensar con los votos que habéis emitido. Me habéis dejado confuso y perplejo. No tenía ninguna idea preconcebida, pero sí que esperaba secretamente que estas dos obras se impusieran por sí mismas, que removieran algo en vuestro interior y vencieran elocuentemente. No ha sido así. Han ganado, pero por los pelos.
Cierro la votación y hago recuento con sesenta y nueve votos emitidos. Una pasada. En los últimos días el número de votos ha ido disminuyendo y ahora apenas se suma uno más de vez en cuando. Así que, para no dilatar más la solución (y mi mal trago), creo que ha llegado la hora. (Por otra parte, teníais la respuesta en google a golpe de clic). Os agradezco mucho la honradez y el espíritu deportivo con que habéis participado.
La posición correcta del cuadro de Mondrian es la número 2:
Se titula: Composición con rojo, azul y amarillo, y es del año 1929. Si clicáis la imagen la veréis en grande y de paso identificaréis la firma: P M 29, en el ángulo inferior izquierdo.
La posición correcta del grabado de Chillida es la número 3:
Es una xilografía del año 1969, y se titula Beltza I. Si clicáis veréis la firma y el número de este ejemplar.
Los 69 votos emitidos para la obra de Mondrian se han distribuido así:
Mondrian 1: 15 votos. 21,74 %
Mondrian 2: 22 votos. 31,88 % (Correcto)
Mondrian 3: 19 votos. 27,54 %
Mondrian 4: 10 votos. 14,49 %
Nulos y abstenciones: 3. 4,35 %
Ha gando el 2, sí, pero prácticamente empatado con el 3 y muy cerca del 1.
Los 69 votos emitidos para la obra de Chillida se han distribuido así:
Chillida 1: 14 votos. 20,29 %
Chillida 2: 16 votos. 23,19 %
Chillida 3: 21 votos. 30,43 % (Correcto)
Chillida 4: 16 votos: 23,19 %
Abstenciones: 2. 2,90 %
Ha ganado el 3, y, aunque ha tenido menos porcentaje que el Mondrian correcto, se separa más de los tres Chillidas incorrectos, que están más igualados entre sí.
El Chillida 3 le saca 5 votos de ventaja al 2 y al 4, y 7 votos al 1. Mientras que el Mondrian 2 solo le saca 3 votos al Mondrian 3.
Ha habido nueve votantes que han hecho pleno: Daniel CCAD, Gema, Jacobo, Anónimo, Julia, Marta, Antonio R(*), Anónimo y VOLUMEN arquitectura. Enhorabuena: Sois los que tenéis mejor criterio, más sensibilidad, etc... o bien los más tramposos. (Vale, vale. Perdón. Es broma. Me consta que todos lo habéis hecho honradamente).
(*) Antonio R ha dado dos votos a Mondrian, uno desde Reader y otro desde el blog. He estado a punto de considerar voto nulo, pero he anulado solo el de Reader, para que votara a través del blog en igualdad de condiciones con los demás. No obstante, su doble voto me deja perplejo, porque, como bien dice, el fondo de este blog, con la estantería de libros, perturba la percepción de las obras. No obstante, ha sido con esa perturbación como ha acertado.
También menciono expresamente a mi amigo Francis, a quien invité a participar sin acordarme de que es daltónico. Y falló en Mondrian... a la primera, aunque en una segunda opción (que no di por válida) acertó. Y a Chillida lo clavó. Eres un crack, Francis.
También menciono expresamente a A.S.N., que dice que Mondrian le aburre y no le gusta nada, y falla. Y dice que Chillida le encanta, y acierta. O sea, que algo hay. ¿Se necesita una preparación previa o, mejor, una predisposición? Puede ser.
Vale. ¿Y ahora qué digo yo?
Muchas gracias por participar en este insensato juego que os propuse. Me habéis sorprendido gratísimamente por vuestra participación y vuestros comentarios. Os estoy muy agradecido a todos, de verdad.
Lo malo es que no sé qué pensar con los votos que habéis emitido. Me habéis dejado confuso y perplejo. No tenía ninguna idea preconcebida, pero sí que esperaba secretamente que estas dos obras se impusieran por sí mismas, que removieran algo en vuestro interior y vencieran elocuentemente. No ha sido así. Han ganado, pero por los pelos.
Cierro la votación y hago recuento con sesenta y nueve votos emitidos. Una pasada. En los últimos días el número de votos ha ido disminuyendo y ahora apenas se suma uno más de vez en cuando. Así que, para no dilatar más la solución (y mi mal trago), creo que ha llegado la hora. (Por otra parte, teníais la respuesta en google a golpe de clic). Os agradezco mucho la honradez y el espíritu deportivo con que habéis participado.
La posición correcta del cuadro de Mondrian es la número 2:
Se titula: Composición con rojo, azul y amarillo, y es del año 1929. Si clicáis la imagen la veréis en grande y de paso identificaréis la firma: P M 29, en el ángulo inferior izquierdo.
La posición correcta del grabado de Chillida es la número 3:
Es una xilografía del año 1969, y se titula Beltza I. Si clicáis veréis la firma y el número de este ejemplar.
Los 69 votos emitidos para la obra de Mondrian se han distribuido así:
Mondrian 1: 15 votos. 21,74 %
Mondrian 2: 22 votos. 31,88 % (Correcto)
Mondrian 3: 19 votos. 27,54 %
Mondrian 4: 10 votos. 14,49 %
Nulos y abstenciones: 3. 4,35 %
Ha gando el 2, sí, pero prácticamente empatado con el 3 y muy cerca del 1.
Los 69 votos emitidos para la obra de Chillida se han distribuido así:
Chillida 1: 14 votos. 20,29 %
Chillida 2: 16 votos. 23,19 %
Chillida 3: 21 votos. 30,43 % (Correcto)
Chillida 4: 16 votos: 23,19 %
Abstenciones: 2. 2,90 %
Ha ganado el 3, y, aunque ha tenido menos porcentaje que el Mondrian correcto, se separa más de los tres Chillidas incorrectos, que están más igualados entre sí.
El Chillida 3 le saca 5 votos de ventaja al 2 y al 4, y 7 votos al 1. Mientras que el Mondrian 2 solo le saca 3 votos al Mondrian 3.
Ha habido nueve votantes que han hecho pleno: Daniel CCAD, Gema, Jacobo, Anónimo, Julia, Marta, Antonio R(*), Anónimo y VOLUMEN arquitectura. Enhorabuena: Sois los que tenéis mejor criterio, más sensibilidad, etc... o bien los más tramposos. (Vale, vale. Perdón. Es broma. Me consta que todos lo habéis hecho honradamente).
(*) Antonio R ha dado dos votos a Mondrian, uno desde Reader y otro desde el blog. He estado a punto de considerar voto nulo, pero he anulado solo el de Reader, para que votara a través del blog en igualdad de condiciones con los demás. No obstante, su doble voto me deja perplejo, porque, como bien dice, el fondo de este blog, con la estantería de libros, perturba la percepción de las obras. No obstante, ha sido con esa perturbación como ha acertado.
También menciono expresamente a mi amigo Francis, a quien invité a participar sin acordarme de que es daltónico. Y falló en Mondrian... a la primera, aunque en una segunda opción (que no di por válida) acertó. Y a Chillida lo clavó. Eres un crack, Francis.
También menciono expresamente a A.S.N., que dice que Mondrian le aburre y no le gusta nada, y falla. Y dice que Chillida le encanta, y acierta. O sea, que algo hay. ¿Se necesita una preparación previa o, mejor, una predisposición? Puede ser.
Vale. ¿Y ahora qué digo yo?
martes, 11 de diciembre de 2012
Venustas
Uno de los comentarios de la anterior entrada de este blog (entrada que, por cierto, ha sido muy leída y comentada), citaba los tres términos vitrubianos: Firmitas, utilitas y venustas.
Creo que la arquitectura del último siglo y medio (por poner un lapso) no puede ser juzgada por esos tres patrones. No se deja.
También creo que de la firmitas y de la utilitas podemos discutir, pero que de la venustas ya no hay quien se atreva ni a opinar siquiera.
Pero, sin embargo, la "belleza" es una condición de la arquitectura, una variable, una... no sé qué. El caso es que es muy importante. Creo.
¿Pero qué es la belleza? Y, sobre todo, ¿en qué consiste? Y, sobre todos los sobre todos, ¿cómo se consigue?
Creo que para Vitrubio, y para los artistas y críticos de muchos siglos después, la cosa era bastante fácil: La belleza se conseguía cuando se cumplían las normas. Había normas de proporción, medidas, composiciones, armonías, etc. Uno se estudiaba los tratados, aprendía con los ejemplos y ya sabía cómo ejercer el oficio de artista y obtener la belleza garantizada en cada obra que hiciera.
Pero, ¿qué pasa ahora, cuando ya no nos quedan códigos compositivos ni normas estéticas?
No tengo la menor idea.
Me gustaría que participárais en un experimento: Consiste en que miréis atentamente dos obras que os voy a mostrar en varias posiciones, y que me digáis cuál de las posiciones os parece más bella. A ver si por mayoría descubrimos cuál es la correcta. (O a ver si la más bella es la correcta o es otra).
Por favor: No busquéis las obras en los libros ni en google. No os documentéis. Solo dejaos llevar por vuestro instinto.
Las dos obras están firmadas. He borrado las firmas para no indicar la orientación "correcta". En ambos casos parto de una orientación inicial, que puede ser la buena o no, y la voy girando 90º cada vez.
La primera es un cuadro de Mondrian, un artista que, se supone, actuaba de un modo frío, cerebral, matemático (es mentira, pero se suele pensar que era así). La segunda es un aguafuerte de Chillida, que se supone que es mucho más intuitivo, cordial, espontáneo...
Por favor, participad y opinad. Decid cuál pensáis que es la versión correcta en cada caso.
No sé lo que va a salir, y me interesa mucho.
Por favor, dad vuestra opinión (con vuestro nombre o anónimamente), bien haciendo un comentario a esta entrada, o bien por correo electrónico a arquitectamoslocos@gmail.com
Creo que la arquitectura del último siglo y medio (por poner un lapso) no puede ser juzgada por esos tres patrones. No se deja.
También creo que de la firmitas y de la utilitas podemos discutir, pero que de la venustas ya no hay quien se atreva ni a opinar siquiera.
Pero, sin embargo, la "belleza" es una condición de la arquitectura, una variable, una... no sé qué. El caso es que es muy importante. Creo.
¿Pero qué es la belleza? Y, sobre todo, ¿en qué consiste? Y, sobre todos los sobre todos, ¿cómo se consigue?
Creo que para Vitrubio, y para los artistas y críticos de muchos siglos después, la cosa era bastante fácil: La belleza se conseguía cuando se cumplían las normas. Había normas de proporción, medidas, composiciones, armonías, etc. Uno se estudiaba los tratados, aprendía con los ejemplos y ya sabía cómo ejercer el oficio de artista y obtener la belleza garantizada en cada obra que hiciera.
Pero, ¿qué pasa ahora, cuando ya no nos quedan códigos compositivos ni normas estéticas?
No tengo la menor idea.
Me gustaría que participárais en un experimento: Consiste en que miréis atentamente dos obras que os voy a mostrar en varias posiciones, y que me digáis cuál de las posiciones os parece más bella. A ver si por mayoría descubrimos cuál es la correcta. (O a ver si la más bella es la correcta o es otra).
Por favor: No busquéis las obras en los libros ni en google. No os documentéis. Solo dejaos llevar por vuestro instinto.
Las dos obras están firmadas. He borrado las firmas para no indicar la orientación "correcta". En ambos casos parto de una orientación inicial, que puede ser la buena o no, y la voy girando 90º cada vez.
La primera es un cuadro de Mondrian, un artista que, se supone, actuaba de un modo frío, cerebral, matemático (es mentira, pero se suele pensar que era así). La segunda es un aguafuerte de Chillida, que se supone que es mucho más intuitivo, cordial, espontáneo...
Por favor, participad y opinad. Decid cuál pensáis que es la versión correcta en cada caso.
No sé lo que va a salir, y me interesa mucho.
Por favor, dad vuestra opinión (con vuestro nombre o anónimamente), bien haciendo un comentario a esta entrada, o bien por correo electrónico a arquitectamoslocos@gmail.com
lunes, 3 de diciembre de 2012
¿Zahas Hadides para qué?
Asisto aburrido, cansado, hastiado, a otra nueva "genialidad" de Zaha Hadid, y me pregunto: "¿Por qué?" "Para qué?".
Zaha Hadid, como todos los arquitectos divinos, arquitectos-marca, arquitectos-estrella, ya no es una arquitecta. Ni siquiera es una persona. No es hombre ni mujer. Es un ente, una corporación. Su estudio se llama Zaha Hadid Architects. Son muchos arquitectos Zahas Hadides. O ninguno. Allí ya no hay arquitecto. No hay arquitectura.
Veo esta foto
y me canso. No sé si son viviendas, oficinas, un hotel, un centro comercial... y me da lo mismo. Me da igual. Lo peor es que sospecho que a ella (o a ellos, o a ello) también le da igual. Ya le da igual todo.
Me aburro. Y me apeno. Hay trucos de photoshop que hacen esto con una foto, la espiralizan y la licúan, y parece que se está yendo por un desagüe. ¿Y? Creo que no es esta la función de la arquitectura. La arquitectura no es esta tontería, esta patochada zafia y sin ninguna gracia.
La forma es una de las armas más poderosas de la arquitectura, por supuesto, pero aqui veo un despliegue de armas que no tienen ninguna batalla que librar. Veo un desfile pomposo, no una batalla. Veo una procesión, no una victoria. En definitiva, son solo armas de fogueo.
Este tipo de obras pornográficas y groseras arramblan con todo. Todo está a su servicio. Ellas no están al servicio de nada ni de nadie. No sirven a nadie; no sirven para nada. ¿Que hay una antigua construcción en el entorno? Pues solo sirve si enmarca la obra de las Zahas Hadides. Si no es asi se tira. Importa un pito el lugar, la gente, las preexistencias, la historia del sitio... Todo. Solo importa la nueva obra vanidosa y autobombástica de las Zahas Hadides.
Hasta eso lo puedo entender: Hay obras tan maravillosas que crean una nueva realidad, y que son mejores que toda preexistencia, y que incluso hacen que la gente mejore. Muy bien. Hay obras señeras que marcan caminos y cambian incluso la historia. De acuerdo: Que todo se incline ante ellas. Gloria a ellas.
Pero es que esto es otra vez lo de siempre; más de lo mismo; pan con pan (por mucho que se empeñen en hacernos ver que es chocolate con chocolate).
Uno diría que el proceso es tan tonto como introducir variables más o menos aleatorias en un programa informático ad hoc que deforme el diseño original y que entregue un render distorsionado. (Ya puestos, daría igual que el ordenador sufriera un error fatal o un ataque de pánico y chafara y distorsionara todo el modelado. Nadie se daría cuenta, y se ejecutaría ese error informático).
El resultado es que ninguno de los Zaha Hadid Architects sabe cómo narices construir eso, y precisamente el único mérito de todo ello sería saberlo construir.
Zaha Hadid, como todos los arquitectos divinos, arquitectos-marca, arquitectos-estrella, ya no es una arquitecta. Ni siquiera es una persona. No es hombre ni mujer. Es un ente, una corporación. Su estudio se llama Zaha Hadid Architects. Son muchos arquitectos Zahas Hadides. O ninguno. Allí ya no hay arquitecto. No hay arquitectura.
Veo esta foto
y me canso. No sé si son viviendas, oficinas, un hotel, un centro comercial... y me da lo mismo. Me da igual. Lo peor es que sospecho que a ella (o a ellos, o a ello) también le da igual. Ya le da igual todo.
Me aburro. Y me apeno. Hay trucos de photoshop que hacen esto con una foto, la espiralizan y la licúan, y parece que se está yendo por un desagüe. ¿Y? Creo que no es esta la función de la arquitectura. La arquitectura no es esta tontería, esta patochada zafia y sin ninguna gracia.
La forma es una de las armas más poderosas de la arquitectura, por supuesto, pero aqui veo un despliegue de armas que no tienen ninguna batalla que librar. Veo un desfile pomposo, no una batalla. Veo una procesión, no una victoria. En definitiva, son solo armas de fogueo.
Este tipo de obras pornográficas y groseras arramblan con todo. Todo está a su servicio. Ellas no están al servicio de nada ni de nadie. No sirven a nadie; no sirven para nada. ¿Que hay una antigua construcción en el entorno? Pues solo sirve si enmarca la obra de las Zahas Hadides. Si no es asi se tira. Importa un pito el lugar, la gente, las preexistencias, la historia del sitio... Todo. Solo importa la nueva obra vanidosa y autobombástica de las Zahas Hadides.
Hasta eso lo puedo entender: Hay obras tan maravillosas que crean una nueva realidad, y que son mejores que toda preexistencia, y que incluso hacen que la gente mejore. Muy bien. Hay obras señeras que marcan caminos y cambian incluso la historia. De acuerdo: Que todo se incline ante ellas. Gloria a ellas.
Pero es que esto es otra vez lo de siempre; más de lo mismo; pan con pan (por mucho que se empeñen en hacernos ver que es chocolate con chocolate).
Uno diría que el proceso es tan tonto como introducir variables más o menos aleatorias en un programa informático ad hoc que deforme el diseño original y que entregue un render distorsionado. (Ya puestos, daría igual que el ordenador sufriera un error fatal o un ataque de pánico y chafara y distorsionara todo el modelado. Nadie se daría cuenta, y se ejecutaría ese error informático).
El resultado es que ninguno de los Zaha Hadid Architects sabe cómo narices construir eso, y precisamente el único mérito de todo ello sería saberlo construir.