Rafael Moneo está construyendo el Palacio de Congresos de Toledo. Los toledanos están ya más tranquilos porque al edificio han empezado a ponerle picatostes.
Rafael Moneo no es un mal arquitecto. Suele ser correcto. A mi modesto juicio no pasa de mediano. O de mediano tirando a bueno. Un seis y medio.
En el Miradero de Toledo hizo un bloque donde alojar una gran sala y muchos despachos y salas pequeñas. Un programa muy amplio, pero fácil, en un sitio espectacular.
Resolvió el problema como de costumbre: con corrección y sencillez, y encima se tiró el rollo de modernillo con unos elementos muy plásticos en el acceso superior.
El volumen se distinguía porque los conductos de ventilación se manifestaban como contrafuertes huecos (lo contrario de los contrafuertes) y tenían un gesto simpático que hasta se podía leer en clave post-estructuralista derridiana. El hormigón visto de color natillas no desentonaba del entorno, y la cosa quedaba limpia y correcta (incluso con las "almenas" de la barandilla del Miradero).
Durante mucho tiempo los toledanos han estado viendo esta imagen, y ya se habían acostumbrado a ella. La mayoría se habían resignado. Pero lo que no sabían es que las natillas de vainilla llevaban picatostes.
viernes, 29 de octubre de 2010
jueves, 21 de octubre de 2010
The Largo
Me gusta The Largo. No conozco sus referencias culturales (o no me pertenecen, o no les pertenezco) y no sé qué decir de ellos. Estoy out. No tengo suficientes conocimientos de ese tipo de música. Pero no puedo confundir mi ignorancia con el estado de virginidad. Ya no somos vírgenes. Ni lo somos ni lo podemos ser. Tenemos la cabeza ya ahormada y sólo podemos hablar si nos la ahormamos más. Una pena. El hecho de no tener ni idea de ese tipo de música debería darme otras ventajas: la espontaneidad, la frescura... Mentira: Somos entes de cultura y nuestra experiencia es la cultura y está "contaminada" de cultura.
Y más aún con este grupo de Toledo, hiperculto, sofisticado, que cita siempre sus fuentes y se mea en ellas.
El niño que empieza el vídeo tocando la batería sí es espontáneo y virgen, pero inmediatamente después vemos una foto buenísima, sofisticadísima y llena de referencias y evocaciones. Así que no sé.
Pero como aparezco en el vídeo con mi familia (y me gusta) voy a hablar de mí. Voy a hablar de mí en ellos o de lo que veo en ellos que siento mío.
Siento como mío (y me veo ahí) que estos músicos son unos profesionales de otras cosas, y les veo ciegos en sus trabajos, perfectos, competentes y muertos por llegar por la tarde al local de ensayo, con el ansia de un algo que sólo ellos tienen, y con la urgencia de darlo. ¿Quién lo quiere? ¿Quién lo necesita? Qué más da. Lo tienen que soltar y poseer al mismo tiempo, ni ellos saben para qué. Siento que aunque las lentejas y el calzado los consiguen con otras malas artes, su arte es esta, y siento que aquí son algo que no pueden ser en otro sitio ni de otra manera. Y también sé lo que es esto:
y lo entiendo, y lo comparto, y lo he vivido (y ay de quien no tenga nada parecido). Y me encuentro a mí mismo ante el abismo de mi propia vida y me pierdo, y no sé para qué, y siento que esto sí es un para qué. Y ni sé lo que estoy diciendo.
Siento que esto no es un hobby; odio los hobbies. (Otra vez el turismo, otra vez la falsificación, otra vez el kitsch). Esto es una pasión, un ansia, un ahogo y un desahogo, una vida y una muerte. Y no "tocan bonito", ni son "agradables". No hacen un bello macramé ni un punto de cruz para enseñar en las reuniones de imbéciles anónimos. Son, o somos, alcohólicos anónimos. Qué coño; son borrachos conocidos. Que ya lo dice el dicho: "Es mil veces mejor un borracho conocido que un alcohólico anónimo".
Y más aún con este grupo de Toledo, hiperculto, sofisticado, que cita siempre sus fuentes y se mea en ellas.
El niño que empieza el vídeo tocando la batería sí es espontáneo y virgen, pero inmediatamente después vemos una foto buenísima, sofisticadísima y llena de referencias y evocaciones. Así que no sé.
Pero como aparezco en el vídeo con mi familia (y me gusta) voy a hablar de mí. Voy a hablar de mí en ellos o de lo que veo en ellos que siento mío.
Siento como mío (y me veo ahí) que estos músicos son unos profesionales de otras cosas, y les veo ciegos en sus trabajos, perfectos, competentes y muertos por llegar por la tarde al local de ensayo, con el ansia de un algo que sólo ellos tienen, y con la urgencia de darlo. ¿Quién lo quiere? ¿Quién lo necesita? Qué más da. Lo tienen que soltar y poseer al mismo tiempo, ni ellos saben para qué. Siento que aunque las lentejas y el calzado los consiguen con otras malas artes, su arte es esta, y siento que aquí son algo que no pueden ser en otro sitio ni de otra manera. Y también sé lo que es esto:
y lo entiendo, y lo comparto, y lo he vivido (y ay de quien no tenga nada parecido). Y me encuentro a mí mismo ante el abismo de mi propia vida y me pierdo, y no sé para qué, y siento que esto sí es un para qué. Y ni sé lo que estoy diciendo.
Siento que esto no es un hobby; odio los hobbies. (Otra vez el turismo, otra vez la falsificación, otra vez el kitsch). Esto es una pasión, un ansia, un ahogo y un desahogo, una vida y una muerte. Y no "tocan bonito", ni son "agradables". No hacen un bello macramé ni un punto de cruz para enseñar en las reuniones de imbéciles anónimos. Son, o somos, alcohólicos anónimos. Qué coño; son borrachos conocidos. Que ya lo dice el dicho: "Es mil veces mejor un borracho conocido que un alcohólico anónimo".
viernes, 15 de octubre de 2010
He perdido las fotos
El otro día, para hablar de los fosteritos, busqué en el disco duro externo donde guardo las fotos de mis viajes, porque había hecho unas muy bonitas (y me habían sacado en alguna otra) y quería presumir de:
a) fotógrafo
y b) modelo (modelo talla grande, pero modelo al fin).
Y comprobé, consternado, que toda la carpeta Bilbao había desaparecido. Tanta copia de seguridad y tanta tontería sólo había servido para borrar por error la carpeta aquí y allí.
Me dio mucha rabia, sobre todo porque había hecho bastantes fotos de edificios de mi maestro Juan Daniel Fullaondo. Dio la casualidad de que cuando llegué una tarde al Instituto de Txurdinaga y empecé a fotografiarlo por fuera (no esperaba más), salió una profesora, la última ocupante del edificio, y cuando cerraba la puerta me preguntó qué hacía. Se lo dije y, con esa amabilidad que sólo tienen los vascos, volvió a abrir y me hizo un tour inolvidable.
Antes uno hacía las fotos con cuentagotas, porque los carretes costaban, y los revelados más. Pero ahora, con las cámaras digitales y con el Panorama Maker, uno hace cientos y cientos de fotos soñando con que el empalme posterior de imágenes pueda reflejar el espacio interior de un edificio.
Bueno, pues todo se ha ido a la porra.
a) fotógrafo
y b) modelo (modelo talla grande, pero modelo al fin).
Y comprobé, consternado, que toda la carpeta Bilbao había desaparecido. Tanta copia de seguridad y tanta tontería sólo había servido para borrar por error la carpeta aquí y allí.
Me dio mucha rabia, sobre todo porque había hecho bastantes fotos de edificios de mi maestro Juan Daniel Fullaondo. Dio la casualidad de que cuando llegué una tarde al Instituto de Txurdinaga y empecé a fotografiarlo por fuera (no esperaba más), salió una profesora, la última ocupante del edificio, y cuando cerraba la puerta me preguntó qué hacía. Se lo dije y, con esa amabilidad que sólo tienen los vascos, volvió a abrir y me hizo un tour inolvidable.
Antes uno hacía las fotos con cuentagotas, porque los carretes costaban, y los revelados más. Pero ahora, con las cámaras digitales y con el Panorama Maker, uno hace cientos y cientos de fotos soñando con que el empalme posterior de imágenes pueda reflejar el espacio interior de un edificio.
Bueno, pues todo se ha ido a la porra.
jueves, 7 de octubre de 2010
Fosteritos
Por alusiones a los comentarios de fsuarez (Francis), os muestro algunos fosteritos bilbaínos.
(Me acabo de llevar un disgusto, porque he perdido todas mis fotos de Bilbao. En uno de los trasiegos de disco duro a disco duro debí de borrar la carpeta de mi ordenador sin asegurarme de que la copia estaba bien hecha. Así que saco las fotos del google. Perdonadme si estoy un poco nervioso y cabreado conmigo mismo. Aunque esto de las fotos y de su pérdida me da ideas para una entrada; pero será otro día. Ahora no estoy de humor).
Los fosteritos son las bocas de entrada al Metro de Bilbao, diseñado por Norman Foster. Son sencillos e ingeniosos, y funcionan muy bien. Están repartidos por toda la ciudad. Tienen además la virtud de ser muy reconocibles y de tener eso tan difícil: carácter.
Su estructura recuerda el cuerpo de los ciempiés, de las cochinillas y (dejémonos de tonterías) de las cigalas. Los sucesivos anillos se adaptan a la curvatura y crean un tubo orgánico. El resultado es elegante, y a la vez nos muestra su génesis estructural. Su funcionalidad es su estructura. Para mí es un ejemplo perfecto de arquitectura.
(Me acabo de llevar un disgusto, porque he perdido todas mis fotos de Bilbao. En uno de los trasiegos de disco duro a disco duro debí de borrar la carpeta de mi ordenador sin asegurarme de que la copia estaba bien hecha. Así que saco las fotos del google. Perdonadme si estoy un poco nervioso y cabreado conmigo mismo. Aunque esto de las fotos y de su pérdida me da ideas para una entrada; pero será otro día. Ahora no estoy de humor).
Los fosteritos son las bocas de entrada al Metro de Bilbao, diseñado por Norman Foster. Son sencillos e ingeniosos, y funcionan muy bien. Están repartidos por toda la ciudad. Tienen además la virtud de ser muy reconocibles y de tener eso tan difícil: carácter.
Su estructura recuerda el cuerpo de los ciempiés, de las cochinillas y (dejémonos de tonterías) de las cigalas. Los sucesivos anillos se adaptan a la curvatura y crean un tubo orgánico. El resultado es elegante, y a la vez nos muestra su génesis estructural. Su funcionalidad es su estructura. Para mí es un ejemplo perfecto de arquitectura.
domingo, 3 de octubre de 2010
Norman Fostaaaa firmará autógrafos a sus fans
El celebérrimo arquitecto británico Norman Foster (pronúnciese Fostaaa, y a ser posible haciendo un glisando descendente de Do a Mi) firmará ejemplares del catálogo de la exposición Norman Foster Drawings 1958-2008 el martes 5 de octubre, única y exclusivamente de 18:00 a 19:00 h en Ivorypress Art & Books, C/. Comandante Zorita, 48, 28020 - Madrid.
Se recomienda a los interesados que acudan al lugar hacia las 11:00 h, y que hagan una fila ordenada en la calle. Si hay tumultos no dudaremos en llamar a las fuerzas de orden público.
Aprovechamos para desmentir el infundado rumor de que Lady Foster repartirá tazas de té caliente entre los admiradores que hagan cola. De modo que se les recomienda que lleven sus propios termos, sus propias sillas de tijera y sus propios paraguas (paice que va a llover).
He estado mirando en Youtube para ilustrar esto con un vídeo de Celebrities de La Hora Chanante, pero no hay. Habría jurado que Joaquín Reyes le había dedicado su atención, pero al parecer todavía no lo ha hecho. Espero impaciente.
No entro a valorar a Norman Foster como arquitecto. No se trata de eso. Tal vez en otra ocasión. Ahora sólo me interesa el fenómeno mediático. Acaban de estrenar un documental sobre él (producido, entre otros, por Lady Fostaaa) en el Festival de San Sebastián, y pasado mañana firma en una galería-editora de Madrid, negocio de Lady Fostaaa. Y él, como todo arquitecto-estrella, es una figura sobrehumana tras la cual babean los alcaldes del mundo. Pónganse a la cola, y que al menos les firme un autógrafo en un catálogo (que supongo que costará un testículo).
Yo no podré ir. Ya me gustaría, pero tengo hora con el psicoanalista. Me está tratando no sé qué, que él dice que es de la envidia.
Se recomienda a los interesados que acudan al lugar hacia las 11:00 h, y que hagan una fila ordenada en la calle. Si hay tumultos no dudaremos en llamar a las fuerzas de orden público.
Aprovechamos para desmentir el infundado rumor de que Lady Foster repartirá tazas de té caliente entre los admiradores que hagan cola. De modo que se les recomienda que lleven sus propios termos, sus propias sillas de tijera y sus propios paraguas (paice que va a llover).
He estado mirando en Youtube para ilustrar esto con un vídeo de Celebrities de La Hora Chanante, pero no hay. Habría jurado que Joaquín Reyes le había dedicado su atención, pero al parecer todavía no lo ha hecho. Espero impaciente.
No entro a valorar a Norman Foster como arquitecto. No se trata de eso. Tal vez en otra ocasión. Ahora sólo me interesa el fenómeno mediático. Acaban de estrenar un documental sobre él (producido, entre otros, por Lady Fostaaa) en el Festival de San Sebastián, y pasado mañana firma en una galería-editora de Madrid, negocio de Lady Fostaaa. Y él, como todo arquitecto-estrella, es una figura sobrehumana tras la cual babean los alcaldes del mundo. Pónganse a la cola, y que al menos les firme un autógrafo en un catálogo (que supongo que costará un testículo).
Yo no podré ir. Ya me gustaría, pero tengo hora con el psicoanalista. Me está tratando no sé qué, que él dice que es de la envidia.
sábado, 2 de octubre de 2010
Sobre Frank Lloyd Wright
Entro en mi blog a menudo, lo confieso, con un poco (bastante) de vanidad. Lo que empezó hace un par de meses siendo solamente el desahogo de un protestón está teniendo más éxito del que podía imaginar.
Pero me parece que la mayoría de los que entran aquí lo hacen por error. Miro las estadísticas y veo que entra gente de Argentina, de México, de Estados Unidos, de Canadá, de Rusia... Me parece increíble. Pero miro qué post se ha visto más veces y compruebo, con vergüenza, que el más leído es el titulado "Frank Lloyd Wright. Post veraniego", en el que escribo cosas tan importantes como que un personaje de los Simpsons (Kent Brockman) tiene una casa de Wright, y que el arquitecto de la super caja fuerte del Tío Gilito toma el nombre prestado de Frank Lloyd Wright. Hay muchísimas personas en todo el mundo que teclean "Frank Lloyd Wright" en google , y algunos de ellos acaban encontrando esa entrada en mi blog. Qué vergüenza.
Lo titulé "post veraniego" para indicar que era una cosa ligera, relajada, en broma, y más o menos vine a insinuar que en su momento trataría a Frank Lloyd Wright con seriedad y rigor. A eso quiero ponerme ahora, y me resulta inabarcable.
A Wright le he dedicado años de mi vida, primero con mi tesis doctoral y luego con una novela. (Esa novela, titulada La Hoja Desnuda, os la podéis descargar si pincháis el dibujito de su portada, ahí, a la derecha; un hermoso diseño de Gema, lectora y participante activa en este blog).
Pero me parece que la mayoría de los que entran aquí lo hacen por error. Miro las estadísticas y veo que entra gente de Argentina, de México, de Estados Unidos, de Canadá, de Rusia... Me parece increíble. Pero miro qué post se ha visto más veces y compruebo, con vergüenza, que el más leído es el titulado "Frank Lloyd Wright. Post veraniego", en el que escribo cosas tan importantes como que un personaje de los Simpsons (Kent Brockman) tiene una casa de Wright, y que el arquitecto de la super caja fuerte del Tío Gilito toma el nombre prestado de Frank Lloyd Wright. Hay muchísimas personas en todo el mundo que teclean "Frank Lloyd Wright" en google , y algunos de ellos acaban encontrando esa entrada en mi blog. Qué vergüenza.
Lo titulé "post veraniego" para indicar que era una cosa ligera, relajada, en broma, y más o menos vine a insinuar que en su momento trataría a Frank Lloyd Wright con seriedad y rigor. A eso quiero ponerme ahora, y me resulta inabarcable.
A Wright le he dedicado años de mi vida, primero con mi tesis doctoral y luego con una novela. (Esa novela, titulada La Hoja Desnuda, os la podéis descargar si pincháis el dibujito de su portada, ahí, a la derecha; un hermoso diseño de Gema, lectora y participante activa en este blog).
viernes, 1 de octubre de 2010
y... West End Blues
Vamos, pues, a escuchar:
Empezamos con una entrada prodigiosa de la trompeta de Louis Armstrong, sorprendente, fuera de compás. Un prólogo de doce segundos improvisado, de una maestría pasmosa.
A partir de ahí ya entran todos y empieza a contar el tempo. Un tempo muy lento. Demasiado lento. Nada que ver con los blues corrientes de Nueva Orleáns. (Ya dijimos que éste era un blues corriente de Nueva Orleáns, hasta que lo interpretaron estos monstruos).
El primer estribillo lo hacen todos. Destaca ligeramente Armstrong, pero no es un solo, sino una labor de conjunto. Hay que ver cómo lo termina, enroscándose y prometiendo que va a pasar algo.
El siguiente estribillo es de trombón, muy suave y muy dulce (escuchad la levísima percusión: un leve címbalo y nada más).
El tercer estribillo es el clarinete, delicioso, al que complementa una locura de Armstrong scateando lo que sería exactamente una trompeta con sordina. (Escuchad: No es un tarareo. Es una trompeta apagada).
Luego viene una magistral interpolación de Earl Hines al piano. Es más o menos otro estribillo, el que le tocaba a él, pero no respeta la melodía, sino que improvisa, sube, baja, rodea, disuelve. A mí me va a dar algo.
Y ya, para rematarme, le toca el estribillo al jefe. Empieza respetando la melodía: Ta-ta-taaaaaaaaaa. Pero en esa nota larga (2:34, 2:35, 2:36, 2:37, 2:38, 2:39, 2:40, 2:41, 2:42, 2:43, 2:44, 2:45) se acaba el mundo, y justo entonces vuelve a renacer. Desde ese punto, 2:45, hasta 2:54, nueve segundos, está como haciéndonos creer que busca las llaves (dónde están, dónde las he puesto, a ver si están aquí), pero lo sabe de sobra, y nos lo dice en 2:55 y siguientes. Y con las llaves abre la puerta de yo qué sé. La puerta del paraíso o la del infierno, o la de quién sabe. Y en 2:58 deja la puerta abierta para que escuchemos a Earl Hines haciendo ¡cinco! llamadas (tin-tirurí, tin-tirurá, tin-tirurí, tin-tirurí, tin-tirurí) para que remate el jefe con una paz infinita, se incorporen todos en un acorde final y eche el cierre el percusionista (pic-poc).
Ya está.
No hay dos estribillos iguales, dos giros iguales. Todo progresa, dominando el tiempo, presentándose y desarrollándose.
Earl Hines comentaba el final: "No sabíamos cómo iba a ser el final. Cuando llegamos al final Louis me miró y yo hice lo primero que se me ocurrió, un pequeño trozo de un clásico que había hecho hacía mucho tiempo... entonces lo repetí cinco veces antes de que Louis hiciera una señal con la cabeza y todos empalmaron con el acorde final".
También cuenta que Armstrong y él se abrazaron, sorprendidos y felices de que hubiera salido tan bien.
That´s jazz.
Empezamos con una entrada prodigiosa de la trompeta de Louis Armstrong, sorprendente, fuera de compás. Un prólogo de doce segundos improvisado, de una maestría pasmosa.
A partir de ahí ya entran todos y empieza a contar el tempo. Un tempo muy lento. Demasiado lento. Nada que ver con los blues corrientes de Nueva Orleáns. (Ya dijimos que éste era un blues corriente de Nueva Orleáns, hasta que lo interpretaron estos monstruos).
El primer estribillo lo hacen todos. Destaca ligeramente Armstrong, pero no es un solo, sino una labor de conjunto. Hay que ver cómo lo termina, enroscándose y prometiendo que va a pasar algo.
El siguiente estribillo es de trombón, muy suave y muy dulce (escuchad la levísima percusión: un leve címbalo y nada más).
El tercer estribillo es el clarinete, delicioso, al que complementa una locura de Armstrong scateando lo que sería exactamente una trompeta con sordina. (Escuchad: No es un tarareo. Es una trompeta apagada).
Luego viene una magistral interpolación de Earl Hines al piano. Es más o menos otro estribillo, el que le tocaba a él, pero no respeta la melodía, sino que improvisa, sube, baja, rodea, disuelve. A mí me va a dar algo.
Y ya, para rematarme, le toca el estribillo al jefe. Empieza respetando la melodía: Ta-ta-taaaaaaaaaa. Pero en esa nota larga (2:34, 2:35, 2:36, 2:37, 2:38, 2:39, 2:40, 2:41, 2:42, 2:43, 2:44, 2:45) se acaba el mundo, y justo entonces vuelve a renacer. Desde ese punto, 2:45, hasta 2:54, nueve segundos, está como haciéndonos creer que busca las llaves (dónde están, dónde las he puesto, a ver si están aquí), pero lo sabe de sobra, y nos lo dice en 2:55 y siguientes. Y con las llaves abre la puerta de yo qué sé. La puerta del paraíso o la del infierno, o la de quién sabe. Y en 2:58 deja la puerta abierta para que escuchemos a Earl Hines haciendo ¡cinco! llamadas (tin-tirurí, tin-tirurá, tin-tirurí, tin-tirurí, tin-tirurí) para que remate el jefe con una paz infinita, se incorporen todos en un acorde final y eche el cierre el percusionista (pic-poc).
Ya está.
No hay dos estribillos iguales, dos giros iguales. Todo progresa, dominando el tiempo, presentándose y desarrollándose.
Earl Hines comentaba el final: "No sabíamos cómo iba a ser el final. Cuando llegamos al final Louis me miró y yo hice lo primero que se me ocurrió, un pequeño trozo de un clásico que había hecho hacía mucho tiempo... entonces lo repetí cinco veces antes de que Louis hiciera una señal con la cabeza y todos empalmaron con el acorde final".
También cuenta que Armstrong y él se abrazaron, sorprendidos y felices de que hubiera salido tan bien.
That´s jazz.