jueves, 29 de septiembre de 2011

El arquitecto místico (I)

Louis I. (Isadore) Kahn era el arquitecto con menos glamour del mundo. De niño se cayó sobre el brasero de su casa, y tenía toda la cara llena de cicatrices. Los ojos eran pequeños, muy cerrados, y a menudo tenían legañas. Los orificios de la nariz eran grandes y solían mostrar humedad. Tenía el pelo desordenado y no muy limpio. Vamos: Un Adonis.
Y, sin embargo, los hombres y, sobre todo, las mujeres, le adoraban.
Vivió simultáneamente con tres mujeres (casado con una de ellas, visitaba asiduamente a las otras dos), y tuvo tres hijos (dos hijas y un hijo), uno con cada una de ellas.
Era irresistible.
Fue profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Yale, y sus clases levantaban casi tanta expectación y tanto entusiasmo como los que levantarían los conciertos de The Beatles diez años después.
Los alumnos (tanto los suyos como los que venían de todas partes) llenaban la gran aula, y esperaban ansiosos el comienzo de la clase. El profesor hacía su gloriosa aparición entre suspiros contenidos de la masa. Se dirigía al auditorio... y se quedaba callado.
Respiraba. Meditaba.
(Los alumnos no respiraban).
Entonces el Maestro decía: "El espacio..." (y se quedaba en silencio unos segundos) "...es".
Los jóvenes temblaban. "Ooooohhhh". El aire coagulado del aula se podía trocear.
-¿Has oído?
-¡Sí! ¡Sí!
-¡Qué hombre! Estoy temblando.
-Yo también.
Dos o tres minutos después, el Maestro volvía a hablar, muy despacio:
-La luz...
-...
-...
-...
-... es.
Bueno. Aquello era la bomba. La repanocha.
-Creo que me voy a desmayar.
-No me extraña. Desmáyate.

lunes, 26 de septiembre de 2011

La del vecino de la ventana... Sí, hombre, la de Le Corbusier

Estaba yo ya bastante avergonzado de ser el único arquitecto bloguero de habla hispana que aún no había escrito en su blog una entrada sobre... La película esa... La del vecino de la ventana... Sí, hombre, la de Le Corbusier.
Por fin ayer fui a verla. Tenía muchas ganas. Había leído buenas críticas y, lo que es más importante, me habían hablado bien de ella. Entre mis amigos había tan sólo algunas discrepancias sobre el final, que ni me contaron ni contaré yo aquí. Sólo que unos decían que era excelente y otros que era decepcionante.
(Nunca cuento el final de las películas, así que podéis leer este texto con tranquilidad. Nunca las destripo, pero en este caso ni siquiera voy a contar directamente de qué va).
Pensaba ir a verla aunque fuera mala. Soy arquitecto. Somos así: Vemos Blade Runner aunque sea un pelín peñazo, sólo porque sale una de las casas californianas de Wright, de esas de bloques de hormigón. O, lo diré de una forma más suave, a los arquitectos nos gusta Blade Runner más que a nadie, y eso que gusta mucho a casi todos.
Lo que decía: Pensaba ver la casa Currutchet (1949), la famosa única casa de Le Corbusier en América, aunque sólo fuera para asistir al simulacro de que en ese tipo de casas pudiera vivir gente. (En las fotos de los libros nunca hay nadie en ninguna casa).
La película me ha parecido muy buena. No ha satisfecho mi primer objetivo, porque no vive gente: vive un diseñador.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Aprendiendo (poco) de Las Vegas

En el año 1966 el arquitecto americano Robert Venturi publicó un libro fundamental: Complejidad y Contradicción en la Arquitectura. Es un libro de lectura obligatoria, lucidísimo y necesario a más no poder.
Critica con gran inteligencia la Arquitectura Moderna, y es, pues, uno de los primeros pilares (incluso fundacionales) de la postmodernidad arquitectónica.
La famosísima sentencia de Mies van der Rohe "less is more" ("menos es más") es corregida por Venturi en este libro cambiando sólo una letra: "less is bore" ("menos es aburrido"). Un hábil juego de palabras que refleja su forma de ver el problema arquitectónico, y que nos abre los ojos a la opulencia, a la acumulación formal, a la combinación de registros y de tonalidades, a la exuberancia y a la alegría orgiástica.
El funcionalismo no puede ser el ideal. El funcionalismo sólo cree en la racionalidad, en que los edificios respondan al programa, en que sean limpios y nítidos, en que no alojen más que frío cálculo. La gente necesita otras cosas más estimulantes, otras dimensiones por encima de las meramente racionales.
A la austeridad y a la claridad modernas, Venturi opone la complejidad y la contradicción. Y tiene razón. Las cosas importantes de la vida son complejas y se contradicen. La vida misma es compleja y contradictoria, y la gran arquitectura tiene que tener factores de complejidad y de contradicción.
Chapó.
Estoy esbozando muy por encima la caricatura de su libro, pero os recomiendo de verdad que lo leáis, aunque ya tenga cuarenta y cinco años de edad. Sigue estando vigente, y es de una finura y de una inteligencia notables. De verdad que merece la pena, repito.
Lo único malo de este libro es que al final tiene unos infaustos ejemplos de obras de Venturi. Y, cuando uno se ha ido convenciendo durante todos los capítulos de que estaba ante una obra seria, la obra de un hombre inteligentísimo, al final ve con horror la sarta de mamarrachadas que este hombre puede construir siguiendo su evangelio.

sábado, 17 de septiembre de 2011

La sartén por el mango

Las obras del AVE en Barcelona van, por fin, viento en popa.
Después del follón que supuso pasar por debajo de la Sagrada Familia sin tirarla, surgió un nuevo problema, y es que justo donde iban los accesos a la nueva estación de La Sagrera apareció una villa termal romana. ¡Qué mala suerte!
Era una auténtica casualidad. Mira tú por dónde. No había otro sitio para plantar una villa romana. Con la de sitio que tuvo que tener Caius Cornelius Marcelinus (o Lucius Durmius Estrabo, o como se llamara el pollo) para hacerse un casoplón, y va y se lo hace justo donde iban a ir unos años después los accesos a la estación del AVE de La Sagrera.
¿Pero arquitectamos locos, o qué?
¡Cómo se puso Jordi, o Lluis, o como se llame el pollo!
-L'hem fotut, tu!
Y no era para menos. Es que pillaba de lleno. ¡Qué faena!


Tranquilidad. Que no cunda el pánico. Alguna solución encontraremos.
Y, efectivamente, alguna solución se ha encontrado.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Cristiano Ronaldo y El Sentimiento Trágico de la Vida

Estos días están sonando mucho unas declaraciones del futbolista-ciclista Cristiano Ronaldo. Tras su último partido le preguntaron por los ya habituales abucheos y silbidos del público, y dijo: "Será porque soy guapo, rico y muy buen futbolista. Me tienen envidia".
Claro que sí, hermoso. Claro que sí, machote.


Tiene toda la razón:
Primero.- Es guapo. Pues sí. Es guapo. Mucho. Su belleza natural se ve además aderezada por habilísimos y cuidadísimos arreglos capilares, y por exquisitos pendientes. Se diría que sus dos preocupaciones metafísicas son su aspecto físico y sus ferraris. Yo hasta ahora he sido siempre heterosexual, pero es que este hombre...
Segundo.- Es rico. Pues también. Debe de ganar más de veinte millones de euros al año (por decir algo), que es bastante más de la media de lo que se viene ganando por aquí. Pero es tan rico porque la gente, incluso la que está en la más precaria situación económica, se gasta unos eurillos en el fútbol y en adquirir algunas de las chorradas que anuncia. Por lo tanto, puesto que toda la sociedad estúpida le entrega una parte de sus mermados haberes, es lógico que este hombre ejemplar se vaya cargando de oro.
Tercero.- Juega muy bien. Eso nunca lo he tenido claro. Es un tipo muy hábil; eso es indiscutible. Y está muy ágil. Pero, haciendo un deporte de equipo, se entretiene demasiado en su lucimiento personal. Si puede dar un pase rápido al hueco no lo hará: Es más chuli hacer dos o tres bicicletas. Pero, vale, concedamos que juega bien al fútbol.
¿Y?
¿Esas tres cosas son tan envidiables? ¿Ser guapo? ¿Tener mucha pasta? (Que nunca gastará en libros de Schopenhauer) ¿Jugar muy bien al fútbol?
Parece ser que sí. Parece ser que esas son las tres metas ideales de todos los jóvenes del planeta. Pues vaya.
Pues vaya planeta.

martes, 13 de septiembre de 2011

Arquitectos en tiempo de desastre

Ahora que todo el mundo se pregunta qué vamos a hacer (qué podemos hacer) los arquitectos en estos tiempos de desastre, voy a darle un giro a la cuestión y no voy a hablar de la prosaica economía, sino que me voy a poner existencial y estupendo. (Pero estupendo, estupendo).
En el famoso poema Brot und Wein (Pan y Vino), Hölderlin se preguntaba: "Wozu Dichter in dürftiger Zeit?", que tiene (como casi todas las frases estupendas) una traducción muy difícil y enrevesada. Y, por lo tanto, ha sido traducida a todos los idiomas. En francés quedó: "A quoi bon de poètes en un temps de manque?". En inglés: "Why poets in a hollow age?". Y en español: "¿Para qué poetas en tiempos de carencia?" (Carencia, penuria, desastre... etc). Tomo la opción de "desastre", que prefería mi maestro Juan Daniel Fullaondo, y, como él, la llevo a nuestro molino y la dejo como:

¿Para qué arquitectos en tiempo de desastre?

Y ni la respondo ni nada (porque no sé). Así que -como él- me voy otra vez a la pregunta original, que es muy famosa y ha sido respondida por mucha gente.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Once de septiembre

Hoy se cumplen diez años, y no quiero hablar de cosas que no entiendo ni de odios que no quiero sentir.
Hoy solamente quiero hablar de arquitectura.
Las Torres Gemelas de Nueva York no eran edificios de un diseño exquisito ni tenían una gracia especial. Vamos, eran muy sosas. En la escuela nadie las defendía. Todos estábamos fascinados por el Empire y, sobre todo, por el Chrysler. Habíamos comentado en clase la famosa ilustración en que ambos rascacielos están en la cama, en la portada del Delirious New York, no sabíamos si "antes de", "después de" o "incapaces de". (Los veíamos algo flaccidos y desganados. El 'delicadísimo' detalle de incluir el zeppelin de Goodyear como preservativo desinflado y desanimado parecía anular la hipótesis del "antes de",  pero a mi juicio reforzaba la del "incapaces de").
Obviamente, el hombre era el Empire, y la mujer el Chrysler.
Y, también obviamente, nosotros éramos tan inteligentes y tan ingeniosos, y tan listos...
Las Torres Gemelas, por el contrario, eran sosotas. No tenían mucho valor arquitectónico que dijéramos.
Pero tenían dos cualidades muy importantes: Eran muy grandes y eran iguales.
La dualidad operaba una especie de fascinación o de hipnosis. Y la enorme altura no digamos.
Tal vez su diseño no fuera de una inspiración brillante, pero estaban perfectamente integradas en el skyline de Manhattan, y lo lideraban y caracterizaban.
Además, eran bastante sencillas en su diseño. Sabedoras de que con su estatura llamaban la atención de todo el mundo, habían prescindido de acicalamientos superfluos.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Recordatorio: Sábado 3 de septiembre, 11:00 h

Recordatorio: Este sábado, 3 de septiembre, a las 11 de la mañana, iré a ver la exposición de arquitectura bolchevique del Caixa-Fórum de Madrid.
Quien quiera, que se apunte.
He buscado una foto para señalaros dónde quedar, y he visto a un chico que ya estaba esperando. Pues ahí nos vemos (más o menos).